Cuando uno escribe, deja de ser la persona que es en otros momentos, deja ciertas cosas afuera, cosas operativas de la vida, para meterse en un mundo diferente…
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El taller
No doy talleres de escritura, doy un “taller de orientación vocacional” (yo lo llamo así). Cuando un artiste está medio trabado, busco ayudar proponiendo puntas para salir de los problemas. La idea es mejorar el ambiente de la escritura. Algunos ambientes funcionan mejor que otros. Cada persona debe encontrar su espacio. Cuando uno escribe, deja de ser la persona que es en otros momentos, deja ciertas cosas afuera, cosas operativas de la vida, para meterse en un mundo diferente. En el mundo de la literatura todo lo operativo puede ser delirante, no en el sentido de la escritura delirante, sino desde la perspectiva de cada escritura. Para llegar a ese estado uno tiene que hacer transformaciones físicas y el contexto a veces puede ayudar. Hay cosas que te pueden conectar. Los espacios te ponen en un estado particular: como puede ser poner la pc muy cerca o ponerla en la falda para escribir poesía, en vez de ubicarla en la mesa… Y eso sirve para la escritura y para todas las artes. Hay una especie de montaje al que uno debe acceder de determinada manera. Hace falta una técnica. Digamos que ese es el chiste: cada uno debe encontrar la forma de montarse sobre ese espacio poético. Si uno ve los talleres de un artista cada taller es diferente. Y hay lugares en los que uno puede trabajar y en otros no. O el horario por ejemplo: si escribís de noche, cambia tu horario de trabajo y tenés que escribir por la mañana y ya no podés. Hay veces en que se rompió el pequeño templo. Pensás que no vas a escribir nunca más. Esta sería igual una de las partes parte de la escritura, no es que tampoco sea todo, pero es una condición básica.
La escritura I
En mis textos me contradigo porque cuando algo se vuelve habitual prefiero ir hacia lo opuesto. Siempre tiene que ver con hacer algo que sería, no lo que me gusta, sino lo que quiero. Y lo que quiero realizar a veces es lo opuesto de lo que pienso. Por lo general no trabajo con el gusto. Pensar: “Ah… esto es bello, entonces…”. Trabajo con lo que quiero meter en el momento. Y lo que quiero meter a veces es un pensamiento que me molesta.
Todo lo que a uno no le gusta es una oportunidad. Lo que te gusta es lo conocido, en cambio lo otro es lo nuevo. El gusto es la zona de confort de uno. Está buenísimo para poder disfrutar de la vida. Pero a veces para escribir esta bueno salir de esa zona y meter lo que venga. Aunque sea al menos como ejercicio para ver si se abre una puerta nueva. Y crear un nuevo gusto. Puedo leer un poema mío y decir: “quedó bueno”. Por ahí digo algo así: “quedó bueno más que qué lindo”. A veces no sé si los poemas míos son lindos.
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«Contra el mito de la inspiración», entrevista a Fernanda Laguna por Martín Baigorria y Joaquín Díaz.