“Se hallarán, pues, en este libro […] viajes de misioneros en busca del pueblo del futuro, de turistas que se lo cruzan por casualidad o de ese proletariado que, faltando a su encuentro, de todos modos descubre en los mares del Sur el espejo inesperado de su condición. Sobre todo extranjeros […] Bajo su mirada, al ritmo de sus pasos se hacen y deshacen las imágenes del país nuevo. No es simplemente que el extranjero aprenda la lengua o que su mirada se desengañe con la experiencia. La lucidez no es más que otra manera de dibujar el paisaje, de armonizar sus líneas y sus sombras con los pliegues de la creencia. […] Es también que el extranjero –el ingenuo dicen, el que aún no está informado- persiste en la curiosidad de su mirada, desplaza su ángulo, vuelve a trabajar el montaje inicial de las palabras y las imágenes y, deshaciendo las certidumbres del lugar, despierta el poder presente en cada cual de volverse extranjero al mapa de los lugares y trayectos generalmente conocido con el nombre de realidad.”
[Breves viajes al país del pueblo, Jacques Rancière]
“El criollo ha conservado numerosas palabras del francés y, por otro lado, ha añadido otras, y, sobre todo, no ha conservado la estructura gramatical ni, a nivel escrito, la estructura denominada etimológica de la lengua francesa. En francés no se escribe para representar los sonidos pronunciados sino para dejar que aparezca la historia, el origen, la procedencia de las palabras utilizadas. Esta especificidad de la lengua francesa es a menudo un trastorno para lxs emigrantes.En criollo escrito, se escriben los sonidos tal y como se pronuncian, un signo o grupo de signos corresponde a un sonido. […] Esta grafía representa una resistencia de las culturas orales que han sido tan maltratadas en la Europa occidentalizada.A través de lo que he llamado le créole immigré o l’immigratien, encontramos, en mi opinión, que existe la misma voluntad de no enterrar, bajo lo escrito, la oralidad, su cultura popular, y por lo tanto su cuerpo. Porque en una cultura popular, oral, la espiritualidad, la intelectualidad, se transmiten también con el cuerpo.”
[La lengua nuestro modelo de apertura, Jérémie Piolat]
“La letra, que, como ladrón viene a robar la palabra viva del hombre, y como el ladrón, calladamente: andándose con pies de plomo. Porque el pie de la letra, o los pies de las letras, son de plomo. No bailan, no corren ni saltan, avanzan lentamente: y pisan todas las cosas aplastándolas, para exprimirlas; por sacarles el juego; dejándolas secas y muertas, debajo, por esta bárbara posesión material.”
“No hay poesía verdadera que no precise de esta lucidez espiritual que sólo puede hallarse en las tinieblas de nuestra ignorancia, ahondando, como diría Giordano Bruno, la profundidad de nuestra sombra. Así ahonda poéticamente el pueblo analfabeto andaluz las tinieblas de su ignorancia, cuando canta: cuando canta hondo. En la profunda sombra de ese canto luce de un modo incomprensible la precisión de la verdad; como en la poesía más pura, o en la música: la verdad que refleja, o en la que resuena –por la palabra, por la voz, por el grito-, esta divina espiritualidad popular o infantil analfabeta de Andalucía. En el cante hondo andaluz no ve ni oye ni entiende nada el hombre cultivado literalmente o literariamente: no ve más que a uno, o a una, dando voces, y a veces, dando gritos. Y es eso, dar voces y gritos, pero darlos precisamente con verdadera precisión: fatal, exacta: porque es una dicción perfecta, esto es, que dice a voz en grito la palabra. Y es que el cante andaluz está en la palabra, no en la música, ni en la letra: como lo está toda la poesía, que es por definición de Carlyle cante hondo, pensamiento profundizado hasta el canto: lo que no es lo mismo que superficialidad hasta el cantar.”
“Hay que volver a vitalizar la cultura, a vitaminizarla, volviéndola a su radical analfabetismo profundo. Y más en España, cuya personalidad histórica está determinada, poéticamente, por este hondo sentido común del analfabetismo espiritual permanente. Toda la historia de la cultura española, en sus valores espirituales más puros, está formada en razón directa de su analfabetismo popular constante. Porque, como en todo pueblo que no ha dejado de serlo, que no ha perecido como pueblo, su valor y significado espiritual está en razón directa de su capacidad de analfabetismo, de su vitalidad imaginativa, de sus resistencias vitales, espirituales, a toda alfabetización cultural, a toda mortal literatización esterilizadora de su pensamiento creador: de su lenguaje. El alfabetismo o alfabetización cultural es el enemigo mortal del lenguaje como tal lenguaje, en lo que el lenguaje es espíritu: de la palabra. El alfabetismo es el enemigo de todos los lenguajes espirituales: o sea, en definitiva, de la poesía. Porque el analfabetismo verdadero es la espiritualidad generadora de un lenguaje, que es el espíritu creador de un pueblo: su poesía y su pensamiento.”
[La decadencia del analfabetismo, José Bergamín]
“No lee, Confuncio,
en el tablero que anuncia
la partida de los servicios
Diamante sino Daimante
no Bahía Blanca sino Bhaía Bancla.
Tiene problemas para entender
los números que le informan
el horario de salida de los micros:
6.30: Diamante
6.35: Bahía Blanca.
Una diferencia que tampoco puede registrar
ni representarse, al menos, el espacio
que significa esa diferencia
de 5 minutos
entre la salida de cada
micro que,
igualmente al no poder calcular
cuál sale antes que el otro,
ya está decidido,
no va a tomar.”
[punctum, M.G.]
¿No quedarían de algún modo aquellas personas que emigran, que ostentan la condición extranjera, en una posición analfabeta en el país de acogida? personas que no saben leer ni escribir la lengua dominante.
“Lxs emigradxs no son esclavxs, pero están en situación de explotación, y se les considera a menudo como menos avanzadxs o subdesarrolladxs, de la misma manera se encuentran, como inmigrantes, confrontados a culturas diferentes a la suya, e igualmente a la lengua del(a) alfabetizador(a), del(a) asimilativx, del(a) patrón(a), del(a) dominante. Así la lengua, la cultura, el imaginario de origen que trata de sobrevivir al exilio expresa su resistencia en la deformación de una palabra, una expresión de la lengua del país en el que se aprende la lengua. Y esto no altera el sentido. Muy a menudo lo enriquece a la vez que interroga la lengua que está deformando.”
[La lengua nuestro modelo de apertura, Jérémie Piolat]
para qué
hablar de cómo llegó aquí
con una mano adelante
si no sabía comprar
para tirar la cadena me preguntaba
señora carmen esto
señora carmen esto otro
– no me digas señora¡
fue que le dije
dime carmen
pero no “cam-men” como te sale.
me creerás que se hizo la ofendida.
[Alto Volta, Yanko González]
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Y así, con dos palabras demoledoras –para qué-, se aniquila toda una identidad-memoria; que no sirve –si no sabía comprar-; que no tiene siquiera el derecho de ofenderse o razón para la ofensa frente a quien alfabetiza, frente a quien transmite la cultura con mayúsculas, el conocimiento válido; que sólo puede adaptarse o morir.
Esa condición extranjera-analfabeta de quien aún no está informado, caracterizada por una razón pura, por un pensamiento libre, por un espíritu creativo que pone las cosas en juego, hace y deshace las imágenes; desafía el montaje inicial de las palabras y transforma el lenguaje deshaciendo las certidumbres del lugar, interrogando a su vez la historia que aparece en la lengua escrita: esto es, sobrevive al exilio a través de la deformación.
¿Podríamos entonces decir que la resistencia vital y cultural presente en esa deformación se manifiesta o tiene su origen en una doble vertiente: la de(s)formación o falta de (in)formación del sujeto hablante y la falta de forma -o norma- del objeto: la palabra (de la lengua) deformada?