Mujeres que hablaban en público

«¡Somos por lo menos veinticinco mil!», dijo una mujer, subida a un púlpito, en una reunión pública, en una iglesia tomada durante la Comuna de París, para afianzar su propuesta de armar un batallón de putas que hiciera frente al ejército de Versalles. La aplaudieron mucho.
Trabajadoras sexuales, floristas, novelistas, periodistas, maestras de escuela, obreras fabriles, porteras, panaderas, lavanderas, sombrereras, costureras o cocineras se organizaron de un modo u otro mientras duró la Comuna: todas putas, según la propaganda de Estado. Según los hombres de Estado, la actividad política conducía a la inmoralidad y la inmoralidad a la actividad política. Suena bien, si lo piensas.
Al socorrido «putas» le siguió «petroleras», una síntesis exitosísima de amazonas, viragos, furias y arpías inventada en los días de la semaine sanglante, cuando el ejército asesinó a decenas de miles de comunerxs. Ardió París. Las petroleras eran mujeres a la vez deseables (iban por ahí con la teta fuera) e indeseables (feas con avaricia) y eran, sobre todo, menos que humanas. Prendían fuego a la propiedad entre gruñidos, entre graznidos, entre ladridos, no eran seres de palabra. Como telegrafió el corresponsal del Times: «Si la nación francesa estuviera compuesta sólo por mujeres, qué terrible nación sería».
La paranoia propietaria va más allá de lo inmueble, afecta también a los propietarios habituales del discurso. Propietarios, detentadores del discurso: quienes detienen lo que se mueve. Y resulta que las comuneras hablaban en público, escribían artículos y panfletos, escribieron libros. ¡Y tenían opiniones singulares! ¡No se limitaban a repetir lo que decían sus compañeros de lucha, incluso les llevaban la contraria! ¡Y actuaban autónomamente! Cuando no estaba luchando, buscaba pianos y órganos para tocar, rescataba animales callejeros, cuidaba de los heridos en el campo de batalla y ayudaba a organizar puestos de ambulancias en la ciudad. ¿Habría habido Comuna, de no defender ellas los famosos cañones de Montmartre? Esto es una invitación a conocerlas por sus obras.

Visita sesgada a la exposición Con h minúscula
a la entrada de la biblioteca del Museo Reina Sofía
el viernes 21 de enero a las seis de la tarde